Por Juan Camilo Botero, Sintonía de Vida

Clara estaba en la habitación 371 de una clínica hermosa, rodeada de girasoles, tulipanes y hortensias, donde el verano tocó la puerta de cada habitación y apareció mágicamente una leve sonrisa en su cara, como un recuerdo brillante y luminoso de un pasado con tintes de nostalgia.

Se podría decir que este maravilloso lugar pareciera emerger de una pintura fresca de Van Gogh, con el uso del amarillo de cromo, el cual les dio a sus obras esa creatividad y plasticidad que tenía este genio. Los olores de esta maravillosa Clínica Jardín invitaban a Clara a recordar la torta de pinceladas dulces y colores vivos que de pequeña su madre le hacía con gran esmero y dedicación el día de su cumpleaños, como los girasoles en su nacimiento, radiantes y hermosos con su dirección hacia el cielo, echando raíces y contemplando el amor que se sitúa entre el cielo y los mares.

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Sin embargo, el tiempo inició el proceso de marchitar sus tallos, sus pétalos y su propia diadema dorada. Clara se percibía como un girasol que estaba apagándose por presentar unos síntomas extraños e incómodos que se habían acentuado al cuidar a su madre, quien padecía demencia senil y desde hace cuatro años había olvidado hacer manjares esplendorosos, y lentamente perdió su destello y la oscuridad apagó su brillo.

¿En qué consiste?

Clara tiene el síndrome del cuidador, el cual afecta a quienes tienen que ejercer un rol de protectores y estar gran parte de su tiempo en función y el cuidado de un ser querido, cercano y con gran estima. Estos presentan en general una enfermedad crónica incapacitante, puede ser psiquiátrica o neurológica como la demencia senil, una patología que produce un deterioro de las funciones cognitivas del cerebro, comprometiendo la memoria, la conducta y los pensamientos.

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El síndrome del cuidador puede llevar a la persona sana a tener una exclusividad total y permanente con el dependiente, a olvidar su propia vida, a olvidar a sus amigos, y paulatinamente la sobrecarga en su vida se amplifica e inclusive su independencia personal y laboral se extravían por el camino. Esto origina grandes consecuencias como padecer de estrés crónico, llevando automáticamente a un colapso, un agotamiento físico, a enfermedades somáticas como el insomnio, la gastritis, la migraña, el colon irritable e inclusive patologías orgánicas como hipertensión arterial, diabetes mellitus y psicológicas como ansiedad y depresión. 

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Todo lo anterior por el descuido de quien padece el síndrome del cuidador, al transformar la vida del enfermo en su propia realidad, eliminando rutinas como el ejercicio, una alimentación saludable y en ocasiones un autoconfinamiento para no presentarse sentimientos de culpabilidad. 

En un estudio publicado por Annina Seiler y colaboradores se evidenció que las personas que padecían fatiga o situaciones estresantes por duelos aumentaron el riesgo de problemas de salud mental con una elevación de marcadores inflamatorios. 

Ejercer el papel de cuidador es dar una vuelta de 180 grados, en la que la vida cambia por completo y no avisa, no hay preparación, llega de sorpresa y en ocasiones impuesta, afectando sus círculos sociales, sus relaciones familiares, su entorno laboral y lo más importante, las personales, llevando al cuidador a irritabilidad, tristeza, pérdida de su realización, conflictos familiares, abandono laboral, pensamientos negativos, impaciencia e inclusive rechazo y violencia hacia la persona dependiente. 

Estrategias para afrontarlo

Para afrontar el síndrome del cuidador proponemos unas estrategias que nos ayudaran a crear salud y construir bienestar:

  1. El cuidador debe cuidarse, y para esto su familia, sus amigos, sus compañeros son parte indispensable para generar vinculación, afecto, confianza y solidaridad.
  2. Es importante tener una conversación con el personal de salud para ofrecer ayuda, orientar y dar información sobre el pronóstico de la enfermedad y disponer, si es del caso, a realizar un duelo adelantado. Pueden ofrecerse grupos de apoyo donde la intervención psicosocial es un pilar fundamental para el buen funcionamiento entre cuidador, familia, entorno social y la persona dependiente.
  3. El brillo no se puede apagar, podemos disfrutar de una vida social, tener tiempo libre y desconectarnos de la tarea de cuidar para cuidarme. Esto implica repartir tareas con otras personas y organizar las diferentes actividades como ayudar en la limpieza, dar los medicamentos, proporcionar los alimentos, acondicionar el hogar para evitar accidentes.
  4. Para afrontar el síndrome del cuidador fatigado es necesario adquirir destrezas, conocimiento y habilidades para prevenir esta nueva condición.
  5. Una habilidad blanda en esta situación es la comunicación para tomar decisiones complejas y difíciles desde la asertividad y no con remordimientos , culpas o angustia.
  6. Es importante el autocuidado del cuidador por medio de gestión de emociones, técnicas de respiración y la realización de actividades como bailar, caminar o escuchar música, que reduzcan el estrés.

En la mañana, Clara era una mujer diferente, irradiaba energía como el sol, su sonrisa tenia un aire fresco y su fuerza vital se expandió por toda su habitación. Colocó sus manos en su ombligo y reconoció su origen. En su mente sin que nadie la escuchara, se dijo : «Para cuidar mi deber es cuidarme y ser feliz».

A lo lejos vi a una mujer que se alejaba de una habitación de la Clínica Jardín y en su cabeza una diadema dorada le confería una gran serenidad.

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