Por Juan Camilo Botero, Sintonía de Vida
La Crespa estaba en la oficina a las once de la mañana. Era un día caluroso de verano, los niños jugaban en el amplio campo verde y las fuentes de agua refrescaban a los transeúntes que caminaban por un soberbio parque rodeado de estatuas y bellas flores de diversos colores.
Había llegado en su bicicleta urbana verde esmeralda tipo clon, en su espalda cargaba una mochila amarilla donde guardaba sus sueños y aspiraciones. Su jefe la necesitaba con cierta prisa para realizar un trabajo en el que la inteligencia artificial eran parte de su día a día. Ella había estudiado arquitectura con énfasis en robótica sostenible para crear un diseño bioclimático y así cuidar el medio ambiente. Fue una estudiante brillante, disciplinada y experta en aprender nuevos idiomas y dialectos. Trabajaba en la firma más reconocida de su ciudad, Ottawa Architect.
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La oficina parecía una nave intergaláctica e invitaba a recordar los programas de Buck Rogers en el siglo XXV.
Sin embargo, una semana antes presentaba fatiga severa, fiebre, dolor para tragar, ausencia del olfato, dolor de cabeza y sensación de asfixia. Ella sabía que algo no andaba bien, que su cuerpo lentamente perdía su energía vital. ¡Recórcholis!, pensó, tenía una mascarilla N95 y respetaba todas las normas de bioseguridad, no obstante, la vida nos enseña que no tenemos el control de la gran mayoría, por no decir que de ninguna situación externa.
A la Crespa, como le decían sus amigos, de ojos saltones, robustas piernas y con un estado físico envidiable, le diagnosticaban una nueva enfermedad que se había propagado desde un lugar de la ruta de la seda: tenía COVID-19.
El COVID-19 y la fatiga
La COVID-19 es una enfermedad causada por un coronavirus conocido como SARS-CoV-2, del cual se supo de su existencia el 31 de diciembre de 2019 en pacientes que tenían neumonía viral en la ciudad de Wuhan, República Popular de China. Los síntomas más habituales que se observan con esta infección son fiebre, tos seca, asfixia, palpitaciones, fatiga, dolor de cabeza y musculares, náuseas, diarrea, pérdida del gusto y el olfato.
En pacientes con obesidad, diabetes, hipertensión arterial y enfermedades cardiopulmonares puede presentarse mayor riesgo de casos graves por COVID-19.
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Todo en la vida pasa, como pasa la uva pasa, así le decía la abuela a la Crespa, y al recordarla, una sonrisa se dibujaba en su rostro. Era un bálsamo que refrescaba aquella situación que le estaba enseñando a valorar cada minuto, cada hora, cada día.
Pasaron tres semanas y la Crespa no tenía fuerza, sentía que al montar en su bicicleta, que era su medio de transporte, arrastraba diez bultos de cemento. Con cada actividad se fatigaba más y más. En la mañana le quitaban las pilas y dejaba de funcionar. Presentaba pequeñas bolitas en el cuello. Al consultar de nuevo, el galeno le realizó múltiples estudios que no evidenciaron ninguna anormalidad. Por los labios del facultativo brotó un término que era nuevo para la mujer de rizos oscuros. Sin prisa y sin pausa le dijo: “tienes fatiga pos-COVID-19”.
Las señales de la fatiga
La fatiga posviral persistente fue descrita inclusive en 21 trabajadores de la salud en 2003 en Toronto (Canadá) y en los estudios los síntomas más prevalentes eran fatiga, alteraciones del sueño, debilidad y dolor muscular.
En general la atención de la enfermedad por COVID-19 está enfocada en los síntomas agudos y por consecuente en su recuperación. Sin embargo, muchos pacientes recuperados encaran trastornos físicos, psicológicos y cognitivos que puede durar más de tres meses luego del inicio de la infección vírica. La fatiga es uno de los más debilitantes y persistentes que lleva a una disminución del rendimiento mental y físico. En estudios previos puede tener una prevalencia hasta un 72 %, como lo demuestran Tolba y colaboradores.
Se han propuesto como factores que contribuyen a la fatiga por COVID-19 lo siguiente:
- La inflamación de bajo grado, la alteración del metabolismo en algunas zonas cerebrales y la disminución de la serotonina y la dopamina.
- El estrés, la ansiedad, la angustia, la depresión y el miedo pueden exacerbar la fatiga que se acentúan con el aislamiento social.
- A nivel periférico, el músculo esquelético se puede afectar por la cascada inflamatoria de citoquinas con compromiso de las mitocondrias, llevando a debilidad, fatiga y dolor.
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No podemos dejar a un lado la importancia que tienen las cargas laborales en quienes padecen fatiga pos-COVID-19, reconociendo que a mayor tarea física y mental la fatiga puede amplificarse; inclusive el mismo medio ambiente con los cambios de temperatura y de humedad se suman como factores de riesgo, como lo describen en estudios publicados.
Es importante descartar patologías secundarias como anemia, diabetes, deficiencias de vitaminas como el complejo B y la D, problemas de la tiroides, apnea del sueño y compromiso cardíaco.
Como manejar la fatiga
La Crespa se relajó, en su ordenador inició una rutina de meditación para conectar cuerpo y mente, se hidrató, aprendió a respirar, organizó su tiempo, comió saludablemente, reforzó micronutrientes como el magnesio, dormía en paz, aprendió a poner límites, a decir NO, aumentó su autoconfianza. Caminó lenta y serenamente, sin prisas. «La vida es corta», pensó, y también es en ocasiones silenciosa.
Conversó con su hermana mayor sobre la muerte y lo sutil del viento, sobre la libertad y también la soledad. En la radio una canción pegajosa sonaba, ella a su ritmo se recargaba, la escuchaba, le gustaba donde decía: “seré tan fuerte, buscando una nueva versión de mí misma”, y aumentó el volumen. En su mente estaría para siempre: My life is Going On.
La Crespa bajó a un lugar donde la oscuridad se diluyó y una energía nunca antes vista iluminó todo aquel recinto, tomó su bicicleta y fue alzando vuelo.
Nadie sabe dónde esta, pero quienes la han visto han comentado que construyó una ciudad que solo se puede ver con el corazón. Hoy abre tu corazón y veras que ciudad tan hermosa te estabas perdiendo.