Por Isabel Chaverra y Juan Camilo Botero, Sintonía de Vida

Corría el año 1998, la carrera de medicina llegaba a su recta final. Era un año maravilloso, el anhelado internado, en el que se pone en práctica todo lo que se vio en seis años de una carrera universitaria que genera pasión. Estaba cargado de múltiples ocupaciones, noches inolvidables de aprendizaje y emociones por doquier y preguntas fortuitas con respuestas inesperadas. 

Una amable compañera entrenada en las artes hipocráticas me contó que sentía fatiga, cansancio desde hace seis meses, la vida le pesaba, no era capaz en ocasiones de levantarse, sentía angustia, dolor muscular, distensión abdominal; yo le seguía escuchando con atención su relato, me decía: “en ocasiones me da tos con asfixia y dolor en el pecho, siento que un gran bulto de piedras me aplasta, pierdo las fuerzas rápidamente, llego a mi casa y siento que el estrés me aumenta los síntomas, la angustia invade cada músculo, cada célula, cada pensamiento, mi madre me ayuda inclusive a veces a levantarme. Ya he consultado en múltiples ocasiones a diferentes especialistas y me han realizado innumerables exámenes sin poder aclarar qué pasa en mi cuerpo y cada vez me inmoviliza de una forma absurda”.

En la rotación de medicina con un gran maestro de mirada penetrante, conocimiento extenso y una paciencia jobiana, lanzó una pregunta al aire, rápida y concisa: «¿qué es el síndrome de fatiga crónica?».

Cada uno de los futuros galenos nos quedamos impávidos, sin alterarnos nos miramos unos a otros y como si tuviéramos telepatía, lo pensamos y las ondas cerebrales se comunicaban entre sí. Y me pregunté entonces si tan amable compañera presentaba esta enfermedad misteriosa.

En qué consiste el síndrome de fatiga crónica

El síndrome de fatiga crónica o encefalomielitis miálgica es una compleja enfermedad que se caracteriza por cansancio físico y mental durante más de seis meses que es incapacitante, tiende a empeorar con la actividad y no mejora con el reposo. Además aparece de forma espontánea, acompañada de múltiples síntomas que apagan lentamente nuestra energía vital y fractura nuestra vida social, laboral y familiar. Puede también acompañarse de fiebre, dolor de garganta, ganglios en axilas, dolor muscular, dolor de cabeza, dolores articulares, ojos secos, trastornos del sueño, alteración de memoria, problemas para concentrarse.

Esta patología es más frecuente en mujeres entre los 25 y 45 años, el diagnóstico es de exclusión luego de realizar una adecuada historia clínica, un examen físico completo con énfasis en ganglios, descartar patologías hormonales e infecciosas principalmente de origen viral, miopatías y autoinmunes, entre otras. Se debe interrogar por síntomas de depresión y ansiedad.

No sabemos a ciencia cierta qué origina esta patología donde el cuerpo pesa, la energía se diluye, la concentración se nubla, el sistema inmune atenúa su función y que en un 70 % se sobrepone con la fibromialgia, que puede presentarse después de infecciones virales, o desequilibrios hormonales; lo que sí sabemos a ciencia cierta es que altera nuestra vida, nuestro ánimo y por ende nuestra conducta.

El tratamiento

  1. Admitir que esta patología existe y por tanto se debe reconocer y no colocar etiquetas de que el que la padece se inventa este padecimiento
  2. Descartar patologías diferenciales para definir un tratamiento adecuado de cualquier otra enfermedad
  3. Dieta rica en magnesio y ácidos omega 3 y 6
  4. Terapias de relajación como meditación, yoga o terapias cognitivo-conductuales para mejorar el estrés y el insomnio
  5. Actividad física controlada y de forma gradual con un experto, ojalá con énfasis en hidroterapia 
  6. El manejo farmacológico será iniciado por el personal médico con un tratamiento integral y multidisciplinario.
  7. El apoyo de grupos con una vinculación social, familiar y laboral engrana la mejor estrategia para tener confianza y solidaridad

Los científicos y amantes de la ciencia tenemos un gran reto, continuar la investigación sobre la etiología real, la relación continua entre cuerpo y mente, nuevos tratamientos que incluyan estrategias para integrar historias ocultas con síntomas somáticos existentes, reforzar la colaboración entre profesionales y los grupos de apoyo para lograr una adaptación real personal y social para crear una mejor calidad de vida.